Mi colega
Una
mañana soleada me decidí a dar un paseo por la bonita ciudad de Málaga. A mitad
de paseo me choqué con un hombre. Era un
pobre vagabundo que estaba pidiendo limosna para poder comer. Me dio tanta pena
que compartí el bocadillo con él. El pobre hombre no sabía cómo darme las
gracias, me hice su amigo y los dos juntos fuimos a visitar la Alcazaba. Al
final del día lo llevé en coche hasta su choza y pensé que no volvería a saber
de él, hasta que el año pasado nos volvimos a ver en el mismo sitio donde nos
habíamos conocido. Entonces este hombre ya no era un vagabundo, era un hombre
con casa y trabajo. Esta vez fue él el que me invitó a comer. Estuvimos
hablando de nuestras vidas y ahí transcurrió el día.
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